La buena vida, paisajes perfumados de glamur, playas idílicas, pueblecitos con encanto, el Mediterráneo en estado puro. Pues eso, la Costa Azul (la Còte d´Azur), originalmente conocida como la Riviera Francesa, al sureste de nuestro país vecino, más que una ruta es una experiencia emocional. Son aproximadamente unos 300 kilómetros de recorrido en coche entre Arles y Niza dan mucho de sí. Hay tanto que ver y hacer. De hecho, es el epicentro de un turismo elegante, lujoso, cultural, que va más allá de un simple paseo frente al mar. Es una ruta por la costa azul para sibaritas.
Se llama Côte d´Azur gracias al escritor Stéphen Liégeard, que lo utilizó en 1887 para darle un título a su obra, inspirándose en el término Azur, que en heráldica significa azul. Lo curioso es que existe algo más hacia el oeste otra costa azul (Côte Bleu), que evidentemente ha sido eclipsada por el magnetismo de la Costa Azul.
» Hicimos este recorrido en coche a principios de octubre. Queríamos conocer la Costa Azul a fondo. Y nos fascino. Fuimos de oeste a este parando en lugares alucinantes. Y es que uno de los placeres de viajar por la Provenza y la Costa Azul es recorrer las carreteras secundarias y descubrir la impresionante variedad de paisajes: campos de lavanda, antiguos olivares, carreteras junto a acantilados, montañas cuajadas de arbustos e incluso montes nevados.
Por Pedro y Christian, fundadores de Humboldt, viajes personalizados
De camino hacia la Costa Azul, aconsejamos (sobre todo a los viajeros que vayan con niños) que se detengan en la Reserva Africana de Sigean, entre Perpiñan y Narbona, a una hora escasa de la Junquera. Más de 3.500 animales se reparten en un territorio de más de 300 hectáreas. Primero se hace una ruta en el coche, luego se aparca, y empieza después una caminata a pie de unas dos horas y media. De alguna manera – aunque con sus diferencias, claro – es como viajar al Serenguetti pero sin tener que pasarse unas cuantas horas dentro de un avión.
En realidad, la ruta por la Costa Azul propiamente dicha se inicia en la población de Arlés, una pequeña ciudad de la Provenza ubicada a orillas del Ródano. La localidad fue fundada muchos siglos atrás, durante los años en los que el Imperio Romano dominaba Europa, lo que se comprueba paseando por sus calles y admirando su anfiteatro romano (90 a.C.), el mejor conservado de Francia, el teatro romano, que es Patrimonio de la Humanidad o las Termas de Constantino.
Estando en la maravillosa ciudad de Arles, haciendo una ruta por la Costa Azul y sabiendo que estamos en Francia no podemos dejar de sentarnos en una mesa a comer como dios manda. Es decir, muy bien. Y qué mejor que un Bistro: esos pequeños restaurantes familiares que suele haber por toda Francia y donde puedes degustar la gastronomía local de calidad a precios muy razonables. Nuestro consejo sería el Bistrot a Cote de Jean Luc Rabanell. Foie gras casero, tartar, quesos deliciosos, un espectacular carta de vinos…
Al sur de Arles, nos topamos con uno de los paisajes más bonitos de Francia. La Camarga (en francés Camargue) está de camino hacia la Provenza y se extiende entre los dos brazos principales del delta del Ródano. Sin exagerar, un paraíso natural. Son 150.000 hectáreas de marismas, dunas y salinas. En la Camarga, el tiempo se ha frenado y permite viajar al pasado, a esa Europa primitiva y asalvajada que te reconcilia con la naturaleza. Los caballos blancos –cuyos cuidadores, conocidos como gardians, forman una comunidad fiel a la tradición – galopan sobre el agua en total libertad y constituyen la foto más buscada de la Camarga.
Hay ciudades que parecen hechas para pasear. Esta, Aix-en-Provence, es una de ellas. Coquetas plazas, plazas con fuentes, mercados callejeros, fachadas de colores, boulevares sombreados por los árbols, cafés tranquilos en pequeñas terrazas… Por cierto, ya estamos en La Provenza y se nota a cada paso. Pero sobre todo este es un lugar donde manda el arte. Aquí se inspiraron artistas impresionistas y postimpresionistas como Paul Cézanne, cuyo taller se ha conservado exactamente igual de cómo estaba en su momento.
No muchos lo saben, pero frente a la costa Azul hay varios archipiélagos con pequeñas islas e islotes. Algunas de ellas valen mucho la pena. Un ejemplo son las Islas Lérins: Sainte-Marguerite y Sainte Honorat. Nuestra recomendación es probar con Santa Margarita. Una vez ya hayas conocido el glamur de Cannes o el puerto de Saint Tropez, allí hay senderos maravillosos para simplemente caminar. También es destacable su fortaleza, que fue construida en el siglo XVII por orden del Cardenal Richelieu, luego fue una prisión, y hoy acoge un más que interesante museo de arqueología submarina.
Siguiendo hacia el este, pero alejándonos de la costa, llegamos hasta Grasse, una ciudad interior vecina de Cannes y se concentra el 20% de la industria perfumera mundial. La historia es larga y se originó en el siglo XVII, gracias a los extensos campos de lavanda y mimosa que desbordan sus tierras. La cercanía a los Alpes genera en la zona un microclima templado que favorece al cultivo de rosas, jazmines, lavandas y otras flores. Es obligado entrar en el museo del Perfume. Toda una curiosidad. En él podremos distinguir entre perfume, agua de perfume y agua de toilette, exclusivas botellas de perfume y documentos relacionados con el arte perfumero de un enorme valor y un largo etcétera.
Pasar la noche en un hotel del calibre del Negresco deja huella para toda la vida. Es un establecimiento famoso construido en 1912 y situado en la Promenade des Anglais en la Baie des Anges – al paseo marítimo – de Niza. Se trata de un magnífico palacio Belle Epoque de propiedad privada, clasificado como Monumento Histórico Nacional. El aireado interior, las terrazas con flores y los espaciosos dormitorios son exquisitos. Hay una playa privada para los huéspedes y golf y tenis están disponibles cerca. El plan es a todo lujo. La habitación principal es muy imponente. También cuenta con pinturas y estatuas originales de artistas famosos. Su pieza central es una maravillosa araña de cristal. La colección de arte de Negresco2 abarca cinco siglos e incluye obras de Salvador Dalí y Niki de Saint Phalle, así como arte más tradicional.
Una buena manera de acabar esta ruta por la Costa Azul es hacerlo desde el cielo. Es una experiencia muy estimulante. Se trata de sobrevolar por encima de la ciudad durante un buen rato (hay tours entre 10 minutos y una hora) y observar el Principado de Mónaco y todos sus monumentos como el Palacio del Príncipe, el Museo Oceanográfico y la Catedral de Mónaco. Es una sensación brutal, puesto que en general el trayecto se alarga por la costa y se puede apreciar el contrate entre la parte montañosa del interior y el Mediterráneo por el otro.
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