Es de sobra conocida la importancia que tiene el continente africano para los que nos gusta viajar. Lo poco que queda de aventura en el planeta está sobre todo allí. Es un lugar donde sabes que puede pasar cualquier cosa. Eso sí, la mayoría de los que viajan a Africa ponen rumbo al norte, en Marruecos, o a Kenia, Tanzania (con la idea también de viajar a Zanzibar) en la parte oriental y Sudáfrica en el sur, o incluso a Namibia en el suroeste. Senegal todavía está por descubrir. Es un diamante en bruto. De hecho, muchos dicen que es una “Africa en miniatura” porque tiene pequeñas pinceladas de lo mucho que tiene el continente: fauna salvaje, playas vírgenes y una gran diversidad de paisajes y culturas tribales. Hay muchísimas razones para viajar a Senegal. Aquí tienes 13:
Puede que Senegal no sea un país tan llamativo como otros países africanos, pero tiene otras muchas ventajas. Es uno de los viajes más recomendables para viajar en el 2021. De entrada está más cerca: está en África Occidental. Está al sur de Mauritania, y limita al este con Malí, Guinea y Guinea-Bissau. El país debe su nombre al río Senegal y Gambia forma un enclave dentro de Senegal.
Otra gran ventaja es que los vuelos a Dakar, la capital, son bastante más baratos. Los vuelos internacionales aterrizan en el Aeropuerto Internacional de Dakar, Leopold Sedar Senghor, que se encuentra tan solo a 15 kilómetros del centro de la ciudad. Hay vuelos directos saliendo desde Madrid y Barcelona (duran 4 horas y media) que, por lo que hemos comprobado, te pueden salir ida y vuelta por unos 350€.
Podéis ver un viaje organizado por Humboldt Society aquí, o, si os gusta ir por libre, podéis ver las diferentes actividades y precios para viajar a este precioso país en el siguiente enlace (Actividades en Senegal por libre).
Si tienes pensando viajar a Senegal, ten en cuenta que lo aconsejable es hacerlo entre los meses de noviembre y mayo, que es cuando domina la estación seca. La verdad es que es un momento del año muy agradable, ya que la temperatura oscila entre los 20 y los 25 grados y te permite ir un poco a todos los puntos del país.
Más adelante, desde junio hasta septiembre, se instaura la época de lluvias y te puede complicar las cosas. Por ejemplo, algunas reservas naturales están cerradas. La humedad se puede hacer insoportable. Es verdad que las lluvias tampoco es que sean eternas, son tormentas muy rápidas, y tiene la ventaja de que la vegetación está esplendorosa, con un color y una luz fascinantes.
Dakar es muy conocida por el famoso rally París-Dakar. Es una ciudad muy intensa. Solo llegar, notas como te envuelve con su caos y bullicio. Es la típica gran ciudad Africana, llena de contrastes, con un pasado colonial francés que se respira en sus fachadas, calles de tierra atestadas de color, ruidos del tráfico, coches y bicis, mercadillos, aromas de todo tipo… es vibrante, no se puede negar. Tanto Dakar como Sant-Louis, más al norte y cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad, son dos visitas imprescindibles para sumergirse en la esencia senegalesa.
Sin embargo, si hay algo que los distingue y se nota a cada paso es el teranga. Es la palabra que define el carácter hospitalario de los senegaleses. No es una pose, lo llevan en la sangre. Les sale de dentro. Son valores muy arraigados que se transfieren de generación en generación y que están asociados a la tolerancia, el respeto, la ayuda y a la felicidad. Los senegaleses están constantemente con la sonrisa en los labios.
A poco más de 3 kilómetros de Dakar, hay una excursion indispensable -20 minutos en ferry- cuando uno decide viajar a Senegal. Ha de estar en su lista de visitas sí o sí. Allí se guarda el recuerdo de los años en los que fue una colonia francesa, con el color de las fachadas de los edificios del siglo XVIII, y el de su oscuro pasado como centro de trata de esclavos. Desde su puerto zarpaban los barcos negreros hasta América.
La belleza, la paz y el silencio del lugar actualmente contrasta con esos tiempos inhumanos (desde el siglo XVI al XIX) en los que más de 20 millones de personas fueron convertidos en esclavos y utilizados despiadadamente como mercancia. Las casas de esclavos de entonces se han transformado hoy en viviendas de madera de colores chillones, con balcones abiertos al mar. Una buena manera de alimentar la conciencia y no olvidar de lo que somos capaces.
Uno de los espectáculos más alucinantes de Senegal es la llegada de los pescadores a la playa al acabar su faena. Es la vida senegalesa en estado puro. Barcazas, redes, pescadores, el sonido de los motores, peces, bullicio, cestas, todo tipo de colores, contenedores de plástico, carretas, caballos, niños, algas, mar, vendedores ambulantes, trajes tradicionales, sal…
Hay que ir sobre todo para entender más sobre cómo se vive en este país africano. Una buena opción es entrar en el mercado del puerto y dejarse llevar por la poderosa actividad comercial en torno a la pesca.
De acuerdo, no es lo mismo que hacerse el Serengueti, Ngorongoro o ir a ver a los gorilas de montaña en Ruanda, pero las reservas salvajes de Senegal son muy recomendables. Hay unas cuantas posibilidades. Probablemente la más visitada es la reserva Bandia, puesto que se encuentra a poca distancia de Dakar y el recorrido en coche es muy rápido, cosa que no ocurre con otras reservas como el parque Niokolo-Koba (a 604 kilómetros de Dakar) o el parque natural de Fathala. Además, puede que este sea el safari africano más barato que se pueda hacer hoy en día desde Europa.
Aunque esta reserva es más pequeñita, no supera las 4.000 hectáreas, el paisaje es precioso y es posible avistar animales como antílopes, gacelas, monos, ónix, cocodrilos, rinocerontes, avestruces, jirafas, jabalíes, cebras, búfalos solitarios y unas 120 especies de aves. En esta zona también es posible descubrir las pirámides sereres, antiguas cámaras funerarias en baobabs milenarios que aún contienen huesos humanos.
Este espacio es sin duda uno de los lugares imprescindibles de Senegal. Hay que conocerlo. Es la fusion de dos ríos, el Sine y el Saloum. Ubicado a 100 kilómetros al sur de Dakar, se trata de una extensa área de marismas, manglares y canales, con cerca de 200 pequeñas islas, algunas de las cuales están cubiertas de bosques. Es espectacular. En los últimos años se ha convertido en un lugar muy reclamado para amantes del ecoturismo y la observación de aves como garzas, pelícanos y martines pescadores. Fue declarado en 2011 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sus aguas son bastante mansas lo que permite hacer rutas desde el mar hacia el interior con diferentes embarcaciones, entre ellas la piragua. El recorrido es fabuloso, pasando por las diversas islas (hay más de 200) que salpican el delta, entre manglares, baobabs, bosques, pueblecitos como Kaolack, y especialmente la costa que, al atardecer, se transforma en una maravilla de colores rosas, lilas y rojos.
Uno de las mayores tentaciones de viajar a Senegal es la comida. Es una perfecta combinación entre lo francés, lo portugués y lo africano. Sus dos ingredientes principales son el arroz y, gracias a su situación costera, el pescado. Por ese motivo, uno de los platos más habituales es el delicioso Thieboudienne, que consiste en pescado marinado (técnica muy utilizada en Senegal) acompañado arroz, salsa de tomate y diversas verduras. Por cierto, hay que pedirlo en el delta del saloum, allí lo bordan.
Es curioso porque la cultura gastronómica también está muy ligada a su hospitalidad, lo que hace que los comensales suelan compartir el mismo plato. En ese sentido, sugerimos probar el pollo yassa (yassa au poulet), original de la region de Casamance, al sur de Dakar, y cuya receta consiste en marinar el pollo con limón, cebolla y zanahorias. Una delicia para el paladar.
Una de las visitas más singulares en Senegal es el lago Retba o popularmente conocido como «el lago Rosa». A poco más de 40 kilómetros al norte de la capital, este cautivador paisaje rosado envuelto por dunas, palmera y baobabs te hace pensar que estás en medio de un sueño. El color rosa es inequívoco. Su color se debe a a las cianobacterias que viven en sus aguas y producen un pigmento rojizo para poder resistir a la alta concentración de sal que contiene el lago.
Una sugerencia cuando planifiques la visita a este lago es ir al atardecer (hacía las 17 horas). También puedes ir al amanecer, pero hay que ir muy pronto. La razón es que en esos instantes del día es cuando la tonalidad e intensidad de la luz y los tonos de rojo aumentan a causa de la posición y el impacto de los rayos del sol. También es interesante observar como los lugareños se untan en cuerpo con manteca de karité (una grasa vegetal) para protegerse de la salinidad de las aguas y con unos bastones quiebran la sal del fondo para recogerla.
Como decíamos anteriormente, Senegal tiene un poco de todo: lagos fascinantes, fauna y flora salvaje, ciudades caóticas… y, como no, también tiene desiertos. El desierto de Lampoul, a medio camino entre Dakar y San Louis, no es tan gigantesco (tiene 18 kilómetros cuadrados) como el Sáhara ni las dunas de Erg Chebbi, pero también es muy bonito. Allí crecen eucaliptos y otros arbustos. También hay dunas, algunas alcanzan los 20 metros de altura.
Debido a la corta distancia hasta la costa, es muy recomendable surcar las dunas y alcanzar el oceano Atlántico sobre los lomos de un dromedario. Es curioso como corre la brisa en pleno desierto. Incluso se puede dormir entre las dunas en una haima, contemplar el cielo plagado de estrellas y darse un chapuzón en las playas. Allí, en medio del desierto, se celebra cada año el festival del Sahel, donde hay buena música y donde suelen actuar grandes artistas africanos.
Si recorremos una distancia de 114 kilómetros por la costa norte desde Dakar, nos encontraremos uno de los pueblos más pintorescos del planeta: Joal-Fadiouth, en la isla de Fadiouth, también llamada la “isla de las conchas”, unida al continente por un puente de madera de 500 metros. Allí viven unas 9.000 personas, mayoritariamente de la etnia serer de religion Cristiana.
La característica principal que distingue a este pueblo es que está cubierta de conchas de almejas, berberechos y otros crustaceos. Sí, sí, tal como suena. Sus habitantes han estado acumulando las conchas durante años y ahora forman parte también de su arquitectura. Lamentablemente está en peligro por el calentamiento global, el aumento del nivel del mar y las crecidas del río.
La costa de Senegal se alarga unos 700 kilómetros. Por eso vale la pena poner punto final a este viaje en alguna de sus numerosas playas. Entre Dakar y Saint-Louis, y desde Petite-Cote a Casamanza. Hay algunas muy valoradas para el puro relax como Cap Skirring, la playa de Yoff para surfistas, otras son aptas para el nudismo como las de Petite Cote, o finalmente las dedicadas a la pesca deportiva como Mbour y Somone.
De todas ellas, aconsejamos poner el punto final a un viaje por Senegal en la ciudad costera de Saly de Portudal, a unos 80 kilómetros al sureste de Dakar. Es un lugar de descanso. Allí están las playas más populares del país. Son esas típicas con cocoteros que aparecen en las postales. La tranquilidad, seguridad y unos atardeceres de lo más románticos en playas de arena blanca, aguas color turquesa cerca a bosques de baobabs la han convertido en uno de los resorts africanos de sol y playa más apetecibles. No hay que olvidar que la temporada alta empieza a producirse en el mes de noviembre y se extiende hasta mayo.
Y, como siempre, una de nuestras tareas es buscar, evaluar y seleccionar los hoteles más convenientes para cualquiera de nuestros clientes que decida viajar a Senegal. Estos son los hoteles de Senegal que consideramos cuentan con la mayor relación calidad de precio:
Entre Dakar y Palmarin, a las puertas de la reserva Sine-Salom, este establecimiento tiene el aire de un sueño africano. El Lodge se compone de varias casas y dependencias ubicadas en un oasis de 11 hectáreas.
Este hotelito nos pareció una opción muy tranquila en Toubakouta, en la región de Sine Saloum, al sur del país. Es muy aconsejable porque tienen un servicio de excursiones muy variado y la atención es excelente.
Situado en Guéréo, al sur de Dakar, este hotel con encanto dispone de habitaciones familiares con terraza, aire acondicionado, vistas al jardín y conexión WiFi gratuita. Muy cerca del pueblos de pescadores Mbour, de Somone y la playa de Popenguine, una de las zonas naturales más recomendables de Senegal.
Todo un lujo. En la reserva de Fathala, ideal como el alojamiento para hacer el safari. Con muy buena reputación por parte de los usuarios que se han alojado allí, quienes destacan la piscina exterior con vistas a la naturaleza y las habitaciones al estilo Memorias de Africa.
Perfecto si quieres hacer excursiones por el desierto. Es de los mejor valorados de Lompul. Tiene tiendas muy cómodas, ducha al aire libre y una hermosa decoración. Desde allí se organizan los paseos en camello, fogatas nocturna y todo tipo de caminatas.
Por Pedro y Christian, fundadores de Humboldt Society
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