Rutas gastronómicas para comerse el mundo
Se suele decir que «somos lo que comemos». Y tiene sentido. En parte, nuestra forma de ser cambia dependiendo de si comemos mucho, poco, bueno, malo o, incluso, si comemos más verdura, pescado o carne. Cuando te mueves por el mundo, te das cuenta de que es así. Somos diferentes. Y no es solo por el clima, la historia o la religión. También nos diferenciamos por la cultura gastronómica. Si queremos conocer el mundo, nos lo tendremos que comer en estas rutas gastronómicas.
La ruta del jabugo en Huelva
Vamos a iniciar nuestro recorrido por aquí cerquita. Por nuestra tierra (por cierto, hablando de nuestra tierra, aquí tienes los 10 restaurantes más recomendables del Empordà). Pues eso, empecemos por lo que conocemos bien. Cuando le preguntas a un español emigrante qué ha echa menos durante su ausencia, siempre hay dos alimentos recurrentes: la tortilla de patatas y el jamón ibérico.
No hay duda de que, de alguna manera, el jamón nos define. En España se come jamón casi en cada rincón. Pero hay diferentes tipos, dependiendo de la raza del cerdo -ibérico o blanco- y de con qué se les alimente -bellotas, pienso o pastos naturales.
Aquí nos interesa el ibérico, el que se ha criado en libertad en las dehesas y que en sus últimos meses de engorde ha sido alimentado de pastos naturales y bellotas. Y dentro de este, la Denominación de origen jabugo. El «jabuguito».
Para conocer y saborear el jamón de jabugo, debemos viajar al sur de la península, al Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche al norte de la provincia de Huelva. Vale la pena esta ruta gastronómica. El paisaje es puramente ibérico: los cerdos ibéricos se crían entre alcornoques y encinas, en las dehesas; los pueblecitos coquetos onubenses; las bodegas donde se hace el secado y la curación. Es una tierra sagrada, donde podremos catar, caminar, tomar un vino… la buena vida, vamos.
La Berlín más vegana
Del suroeste español al centro de Europa. La capital alemana es una de las grandes ciudades veganas. Su oferta no ha dejado de crecer en los últimos años y ya puedes encontrar más de 400 opciones veganas o vegetarianas en sus calles. Y está claro que, cada vez más, queremos comer para tener salud. Dicen las estadísticas que en Alemania pueden haber cerca de 7,8 millones de vegetarianos, lo que supone el 10% de la población.
Y si hablamos de Berlín y de veganismo, tenemos que poner rumbo sí o sí al precioso barrio de Prenzlauer Berg, y a la Schivelbeiner Straße, también conocida como La calle vegana. Hay diversas opciones de restaurantes. Hay de todo tipo. Es curioso observar la cantidad de carteles «vegan» en las entradas de los locales.
De todos modos, el menú de la mayoría de los restaurantes convencionales, junto con los platos habituales, incluye platos totalmente vegetales. Incluso los restaurantes de la cadena McDonald´s, por ejemplo, ofrecen hamburguesas vegetarianas a los clientes. Tanta es la afición a la comida de procedencia no animal que, cada año en agosto, la ciudad celebra el Veganes Sommerfest Berlin, con música, juegos, moda y diversión para celebrar el veganismo.
La trufa blanca de Alba
Otro viaje gastronómico ineludible para los paladares refinados es el Piamonte italiano. En la zona de Langhe, hacia el noreste, está la capital mundial de la trufa blanca (el tartufo bianco). O más bien las capitales. La más conocida es Alba, cuya trufa es considerada por su alto coste incluso más preciosa que la uva Pinot Noir o el diamante (de la trufa blanca se puede llegar a pagar por kilo hasta 6.000€). A diferencia de las negras, que son más comunes, las denominadas Tuber magnatum pico resultan una auténtica rareza: son escasas, silvestres y difícil de localizar. Crecen solamente en esta zona de Italia.
Para explorar bien el territorio de la trufa blanca es recomendable coger el coche (se puede hacer en bici también) e ir desde Alba hasta Alessandria, pasando por Asti. Hay que resaltar especialmente la hermosa campiña de Asti, donde también se cultiva la trufa negra. Si buscas una experiencia total, lo aconsejable es viajar en octubre y noviembre cuando se celebra la famosa feria de la trufa (cada fin de semana): Fiera Internazionale Tartufo Bianco d´Alba.
La Burguer secreta de New York
Ya se sabe que en Nueva York no hay nada imposible. Cualquier cosa que busques, sea lo que sea, lo encontrarás allí. Hay tanta mezcla de culturas que no existe nada que no tengan. Ya lo dicen, y con razón: «es la capital del planeta». Música, tiendas, museos, teatro, cine… y comida.
Las rutas gastronómicas por sus barrios son casi infinitas. Puedes cenar siempre que quieras y, en cierta manera, lo que te dé la gana (entra en menupages.com y busca todos los restaurantes que están abiertos las 24 horas). A medianoche te darán de comer en la calle, en cafeterías, cocina internacional, pero también en restaurantes de lujo.
Incluso hay restaurantes que no cierran la cocina nunca. Es un non-stop. Pero si hay 3 comidas indispensables en Nueva York, son las pizzas, los bagels y, como no, las icónicas hamburguesas. Las burguers dominan la ciudad. La cantidad y variedad de hamburguesas que se pueden encontrar en Nueva York es asombrosa. Las hay de todos los tamaños y grosores, lujosas, con queso, con nachos, de buey, de pollo, con pan o sin… es todo un universo.
Las Izakayas de Shinjuku
Uno de los barrios más fascinantes de Tokio es Shinjuku. Es lo que siempre nos imaginamos de las calles japonesas: luces de neón, atmósfera humeante, bullicio y muchos puestos de comida en cada esquina. Estos puestos de comida se les llama izakayas (tabernas japonesas). Allí es donde se concentra la verdadera vitalidad de la capital y una de las rutas gastronómicas que proponemos aquí.
Las Izakayas son los típicos restaurantes o bares en cuya puerta cuelga una linterna o farolillo rojo (Aka Chochín). Allí van los lugareños a comer, beber y desestresarse después de un día duro de trabajo. El ambiente es muy absorbente. Se parecen a los bares en España: en general son espacios pequeños, con una barra y unas pocas mesas.
Los platos que se sirven son especialidades regionales preparados al estilo casero. Por ejemplo, si una familia de pescadores abre un izakaya, su negocio servirá tapas de mariscos frescos. Pero hay de todo: Yakitori, kara age, sashimi, ensaladas, papas, fideos, arroz y hasta postres. Por ser Tokio, los precios suelen ser baratos: entre 4€ y 8€.
Mexico lindo (y picante)
Puede que no exista otro país del mundo donde se le rinda tanta pleitesía al picante. Cuanto más fuerte, mejor. Es una religión. Forma parte de ellos. El chile (variedad de pimiento picante o guindilla) es el ingrediente protagonista. Aparece en todos los platos. Y no es una misión complicada, puesto que fácilmente se puede hacer una lista con 60 clases de chile, algunos muy picantes y otros más.
Como hay tantas rutas gastronómicas como platos, vamos a escoger un plato picante muy mexicano, fácil de probar vayas donde vayas y barato: no hay duda, las enchiladas. Se trata de tortillas de maíz rellenas a las que se añade una salsa de guindillas antes de enrollarla. Por si no lo sabías, enchilar significa añadir guindillas.
Dependiendo del estilo, la enchilada puede ir acompañada o rellena de queso o de carnes como el pollo, ternera o pavo. Hay enchiladas verdes, rojas, michoacana, de mole poblano, de frijoles… Pero tal vez las más populares son las suizas: la salsa se elabora con nata espesa y se hornea en lugar de freírse. Luego se baña con una capa de queso fundido.
Streetfood en Bangkok
Es lo que se llama comida callejera, restaurantes ambulantes, tenderetes, chiringuitos. Y en Tailandia la bordan. Si te gusta, las calles de Bangkok son el paraíso, puesto que la mayor parte de sus habitantes bajan a la calle a comer. Casi que les sale más a cuenta que ir al súper y cocinar ellos mismos. Muchos hogares ni siquiera tienen cocina, no comen en casa, es su forma de socializarse.
Los vendedores se reúnen en los mercados, recorren la ciudad con sus carritos, aparcan en cualquier esquina y se ponen a cocinar: hervidos, fritos, marinados, cocidos, lo que sea. La variedad es casi infinita. En Bangkok tienen obsesión por la comida callejera.
Los barrios más recomendables para ir son el Chinatown (Yaowarat) con gastronomía china (por supuesto) una gran variedad de dim sum, castañas asadas y deliciosos zumos de granada. O en el barrio de Khao San Road donde se come muy bien por menos de 3€ y abundan los restaurantes al aire libre y los carritos con Pad Thai. O en Bang Lamphu y sus fantásticos desayunos con huevos fritos y salchichas o el Saochingcha, con sus sopas de fideos, pato marinado o el mango con arroz.
Dónde comer Cous Cous en Marrakech
Son nuestros vecinos, incluso no hace muchos años compartíamos territorio. Están tan cerca y, al mismo tiempo, comen tan diferente. Por eso, merece la pena viajar a Marruecos, descubrir ciudades tan maravillosas como Marrakech y hacer alguna de sus rutas gastronómicas para catar algunos de sus deliciosos platos.
La cocina marroquí tiene una gran personalidad. Sus sabores especiados, sus aromas, sus platos coloridos… es puro exotismo. Su cultura gastronómica es muy social. Comen, hablan, se divierten. Comen para compartir.
Quizás su plato más simbólico es el famosísimo cuscús, cous–cous, alcuzcuz o kuskusús, un guiso tradicional de la cocina de África del norte, a base de sémola de trigo con un guiso de verdura o carne, que en ocasiones se acompaña por un cuenco con caldo para ir añadiendo al plato. En cada zona del país se prepara de forma diferente, así que siempre es una buena excusa para pedirlo en cualquier lugar.